Miles de fieles participaron este domingo 9 de noviembre en el Estadio Municipal de San Fernando, en una multitudinaria Eucaristía presidida por Monseñor Guillermo Vera Soto. El Obispo de Rancagua llamó a vivir este tiempo “con gratitud, esperanza y compromiso misionero”, recordando 100 años de fe y servicio en la Región de O’Higgins.
La Diócesis de Rancagua vivió una jornada histórica este recién pasado domingo 9 de noviembre, al celebrar con alegría y devoción los cien años de su creación. El Estadio Municipal de San Fernando se convirtió en un gran templo al aire libre, donde miles de fieles provenientes de parroquias, colegios, comunidades y movimientos eclesiales se reunieron para dar gracias a Dios por un siglo de evangelización y vida pastoral en la Región de O’Higgins.
La jornada comenzó con música, animación y expresiones de fe popular: bailes religiosos, cuasimodistas, cantores a lo divino y cien parejas de cueca dieron un marco colorido a la procesión de entrada. Cada decanato se distinguió por su color, reflejando la diversidad y la comunión que caracterizan a la Iglesia diocesana.
El momento más solemne fue la Eucaristía del Centenario, presidida por Monseñor Guillermo Vera Soto, Obispo de Rancagua, y concelebrada por obispos invitados y sacerdotes de toda la región. Durante su homilía, Monseñor Vera agradeció la presencia de los fieles, autoridades y comunidades que han sostenido la vida de la Iglesia a lo largo de los años:
“Gracias por esa fe perseverante, por ese cariño a Jesús, a su Madre Santísima y a la Iglesia. Hoy este estadio se convierte en un gran templo donde alabamos y bendecimos a Dios por la historia de nuestra diócesis”.
El Obispo recordó los 475 años de evangelización en estas tierras y los 100 años desde la creación de la diócesis, resaltando el legado de fe de sacerdotes, religiosas, diáconos y laicos comprometidos:
“Somos la Iglesia viva, el pueblo del Señor, que con memoria agradecida alaba a Dios y se proyecta al futuro, sabiendo que somos responsables de cuidar y transmitir la fe a las nuevas generaciones. ¡Qué grande es tener fe, qué grande es creer en Cristo! No es lo mismo vivir habiendo conocido a Jesús que no conocerlo”.
Monseñor Vera invitó a los fieles a renovar su compromiso cristiano, especialmente en las familias, a las que calificó como “la primera escuela de fe y cuna de vocaciones”. También dirigió un mensaje de esperanza a los jóvenes y a los más necesitados:
“Los jóvenes son una fuerza viva en nuestra Iglesia; que encuentren en nuestras parroquias a Jesús y sean sus amigos. Y que nunca olvidemos, como dice el Papa Francisco, que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. Que los sencillos sean siempre los primeros en nuestra pastoral”.
En un llamado a la unidad y a la misión, expresó con fuerza:
“Seamos una Iglesia de puertas abiertas, acogedora y misionera. Que nuestras capillas y parroquias estén siempre abiertas para que los hermanos puedan entrar, rezar, llorar y llenarse de esperanza”.
Finalmente, el Obispo cerró su mensaje con un tono esperanzador, animando a mirar el futuro con confianza:
“Lo mejor está por venir. Creemos que el Señor seguirá llamando a hombres y mujeres a seguirlo, porque en el corazón de esta tierra hay un tierno amor a la Virgen Santa. Jesús cuenta con nosotros, no lo olvidemos: en Él tenemos nuestra esperanza. Hermanos y hermanas, peregrinos de esperanza, ¡lo mejor está por venir!”.
La celebración culminó entre cánticos y aplausos, con una gran cruz formada por los decanatos y los pendones parroquiales, símbolo visible de la fe, la unidad y la esperanza que animan a la Diócesis de Rancagua en el inicio de su segundo siglo de historia pastoral.


