Con profundo pesar he recibido la noticia del regreso a la casa del Padre de nuestro querido Papa Francisco. Junto con toda la Iglesia, lo entregamos a Dios, llenos de gratitud por el extraordinario ejemplo y el don de amor que ha representado para cada persona y para todos los pueblos.
A lo largo de su pontificado, el Santo Padre ha sido en numerosas ocasiones un pastor cercano y afectuoso también para el Movimiento de los Focolares. Siempre nos ha acogido y orientado para testimoniar el Evangelio con valentía y radicalidad.
De los muchos momentos compartidos con él, no olvidaremos sus palabras dirigidas a la Asamblea General de los Focolares, pronunciadas durante la audiencia que nos concedió en 2021:
“…Permanezcan siempre a la escucha del grito de abandono de Cristo en la cruz, que manifiesta la máxima medida del amor. La gracia que produce es capaz de suscitar en nosotros, débiles y pecadores, respuestas generosas y a veces heroicas; es capaz de transformar los sufrimientos e incluso las tragedias en fuente de luz y esperanza para la humanidad”.
Por último, no puedo dejar de testimoniar el amor y la atención personal que el Papa me brindó, especialmente ante los sufrimientos de mi pueblo en Tierra Santa, así como mi profunda gratitud por haberme invitado a participar en el Sínodo sobre la Sinodalidad, donde él mismo nos abrió las puertas hacia una Iglesia sinodal que ahora comienza a dar sus primeros pasos en todo el mundo.
Junto a todo el Movimiento de los Focolares a nivel mundial, me uno a la oración de la Iglesia universal y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, segura de que Nuestra Señora «Salus Populi Romani», de la que él era tan devoto, lo acogerá en el Cielo con los brazos abiertos.
Margaret Karram