El padre Javier, como se le conoció, fue el mayor de siete hermanos y desde muy pequeño sintió el llamado de Dios gracias al compartir que tuvo con los padres franciscanos en su escuela. A los doce años ingresó a la orden y desde allí inició su vida religiosa.
La Iglesia de Rancagua lo recuerda de manera muy especial, pues estuvo algunos años compartiendo su ministerio entre nosotros, en la parroquia San Francisco de Rancagua.
MISIONERO
Cuando el padre Javier cumplió los 100 años, el pbro. Hugo Yáñez publicó un artículo en la revista diocesana Rumbos, parte del cual queremos recordar. En éste se hizo especial mención a su vida misionera en Marruecos, cuando ya pasaba de los 80 años, donde dice que “experimentó la gracia de la fraternidad…y me di cuenta de que no era necesario convertir a nadie, lo que importa es mostrar que todos somos hijos de Dios y hermanos. Y que debemos descubrir lo bueno que tienen, no lo malo”.
El padre Javier señaló que se sintió muy acogido en África: “si uno pone en práctica lo que el Señor nos enseñó, su nuevo mandamiento: Ámense unos a otros, entonces lo importante es ir y demostrar que uno ama a las personas que son muy diferentes (otra religión, otra lengua, otra cultura) y me sentí tan bien, tan acogido”.
SU HUELLA
Su paso por Rancagua como vicario parroquial en dos oportunidades es recordado por los laicos de la parroquia San Francisco y, principalmente, en la Orden Franciscana Seglar. Algunos de ellos lo recuerdan como un sacerdote: “Humilde, acogedor, siempre con una sonrisa en sus labios, dispuesto a ayudar, atento a guiarnos como asistente espiritual de nuestra fraternidad”. Otra feligresa señaló que “como confesor acogía con los brazos abiertos, me aconsejaba con bondad, enderezándome el camino. Nos acompañó a la fraternidad a los encuentros nacionales, regionales y de la familia franciscana”.
Esas son muestras de lo querido que fue por los fieles que lo conocieron y también por sus hermanos religiosos. A ellos dirigió las siguientes palabras: “Lo único que les transmitiría sería que descubramos el amor de Dios hecho hombre. Se hizo como nosotros, nos vino a enseñar cómo tenemos que tratarnos. Estamos equivocados cuando juzgamos según nuestros criterios, nuestros criterios deben ser los criterios del Señor. Esa es la conversión verdadera: aplicar a nuestra vida, los criterios cristianos. Lo que el Señor nos vino a enseñar, a escuchar la voz del Padre que nos la hace presente a través de su Espíritu, y el Espíritu anima, reanima nuestra vida”.
Informamos que su velatorio se realizará en el convento San Francisco de la Alameda y su misa de exequias será en martes 09 de enero a las 12:00 hrs. en el mismo convento. Les pedimos oración por el descanso eterno del padre Francisco Javier.